Entre nosotros no había abuso, y por tanto cuanto decíamos, cuanto dijéramos o discutiéramos o pudiéramos reprocharnos (cuanto nos ensombreciera), no iba a diluirse por sí solo o tras un silencio, sino que iba a tener su peso, iba a influir en lo que siguiera, en lo que fuera a pasarnos (y tenía que pasarnos aún medía vida unidos); y del mismo modo que yo me había abstenido de formular cuanto estoy formulando ahora (mis presentimientos desde la boda y más tarde), veía que Luisa cerraba los ojos para que yo no pudiera hacerla partícipe de mis impresiones respecto a Guillermo y Miriam y la mujer española enferma, ni ella a mí de las suyas. No era desconfianza ni falta de compañerismo ni ganas de ocultamiento. Era simplemente instalarse en el convencimiento o superstición de que no existe lo que no se dice. Y es verdad que sólo lo que no se dice ni expresa es lo que no traducimos nunca.
corazon tan blanco javier marias
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